Empresas familiares, el alma de las economías nacionales

La empresa familiar se posicionó ya en el siglo pasado como un auténtico motor de las economías nacionales, llegándo a ser en la actualidad el principal abono de las economias nacionales y, en numerosos casos, transformándose en grandes compañías con capacidad para hacer frente a las multinacionales de patrimonio disperso. Recientemente, el banco suizo identificaba a estas empresas, caracterizadas por concentrar al menos un 10 por ciento del capital en manos de la misma familia, como una excelente oportunidad de inversión a la vista de sus buenos resultados.
Gran parte de las multinacionales que operan a nivel mundial y cotizan en bolsa responden a un origen estrictamente familiar, nacidas como un concepto de negocio que tradicionalmente se sucede de generación en generación y que aporta unas características al sistema de gestión empresarial que permite a la compañía sortear los obstáculos y mantener la actividad e incluso incrementar su volumen, a pesar de la competencia.
Intentando establecer una definición precisa, una empresa familiar es una sociedad donde parte del capital social o su totalidad se encuentra en manos de personas con parentesco consanguíneo y que además han mantenido el control sobre la compañía al menos en dos generaciones. Otros factores que suelen tenerse en cuenta a la hora de valorar si una empresa es o no familiar es que la mayoría de los órganos de administración sean nombrados por el grupo familiar o que algún miembro de la familia participe en dichos órganos.
Los factores de éxito de la empresa familiar son varios, partiendo de la base de que existe una tendencia a la tradición y por lo tanto a la continuidad del negocio y destacando la flexibilidad de la gestión que se lleva a cabo, permitiendo planificar más a largo plazo los objetivos.
Las empresas familiares suelen poseer cualidades muy positivas con respecto a las empresas de capital disperso. Entre ellas se pueden destacar la gran atención que prestan a la calidad de sus productos, el conocimiento profundo del sector, de los proveedores y los clientes, la perspectiva de inversión a largo plazo, el tener culturas empresariales más humanas y los bajos costes laborales.
En la misma línea, el ambiente familiar de la empresa y el clima de confianza existente evita ciertas gestiones como la presentación de resultados de forma periódica y otra serie de trámites de control que establecen los accionistas de una gran empresa para estar al tanto de lo que ocurre, y que a la hora de la verdad distrae la atención sobre lo importante.
Por otra parte, estas empresas muestran un mayor rendimiento debido a la armonía de intereses, que se establecen como una prolongación de los deseos de los miembros de una misma familia para obtener buenos resultados, sumado a una facilidad para acordar criterios de gestión y, en definitiva, llegar a acuerdos precisos y prácticos que colaboren en el desarrollo de la compañía.
En el otro lado de la balanza, encontramos los peros de los que estas empresas tampoco se libran. Entre ellos podríamos destacar los problemas que suelen derivarse de las relaciones demasiado próximas entre los directivos que son miembros de la familia. A estos, que suelen ser más frecuentes de lo que gustaría especialmente en momentos de cambio generacional, hay que sumar la poca o nula información que reciben los accionistas pasivos, los intereses divergentes entre accionistas activos y pasivos o la falta de profesionalización en muchos casos. Otro de los grandes handicaps es el nepotismo hacia el que puede devenir la empresa, la dificultad de atraer al mejor talento disponible en el mercado y el empecinamiento en puntos de vista concretos que pueden ser erróneos.
De acuerdo con esto, la empresa debe planificar correctamente la sucesión, planteándose incluso si es positivo incorporar directivos no familiares, solventando los problemas financieros de la transición y garantizando que el sucesor sea competente por encima de otras cosas.
Otros retos de la empresa familiar pasan por estar permanentemente abierta a la innovación y las nuevas ideas, provengan o no del seno de la familia, y más importante aún, el enfrentares a la necesidad de conseguir recursos financieros o establecer alianzas con otras empresas sin perder el control efectivo de la empresa.
Haciendo una radiografía de la empresa familiar en nuestro país, se estima que a día de hoy existen más de 2,5 millones de compañías cuyo capital – o al menos una parte significativa del mismo – se halla en manos de la misma familia, enseñas cuya facturación supone el 70 por ciento del PIB, que dan empleo a más de 9 millones de trabajadores y realizan anualmente casi el 60 por ciento de las exportaciones que se llevan a cabo.
En la misma línea, el 37 por ciento de las empresas españolas que facturan más de 1.000 millones de euros al año son familiares, cotizando el 70 por ciento de las mismas en bolsa.
Todo un conjunto de datos que ponen de manifiesto que las empresas de corte familiar tienen un peso específico en la economía nacional, como es el caso del grupo gallego Inditex, la multinacional en manos de la familia Ortega, con Amancio O. a la cabeza, cuyo patrimonio es en su mayor parte familiar y que se ha constituido como una de las compañías de moda más importantes a nivel mundial.
Haciendo referencia al papel de la empresa familiar en la UE, se observa la existencia de hasta 17 millones de compañías de estas características en Europa, que emplean a 45 millones de personas, representando el 65 por ciento del PIB comunitario y, lo más significativo, conservando una rentabilidad que supera la media del total de las empresas europeas.
Una batería de cifras que vienen a demostrar que la empresa familiar se perfila como protagonista del escenario empresarial mundial, avalada por unas particularidades en su gestión que hacen posible, no solo su supervivencia, sino también unos excelentes resultados que impulsan su crecimiento.
Estudiando todas estas variables y datos, y realizando un estudio comparativo de los resultados de empresas europeas que cotizan en bolsa (en base a su carácter familiar o no), Credit Suisse ha llegado a la interesante conclusión de que estas compañías son una buena oportunidad de inversión.
Esta afirmación se ha basado en los datos que indican que las empresas de corte familiar obtuvieron en 2006 una rentabilidad en bolsa que superó en más del 2 por ciento a las compañías cuyo capital está en manos que no comparten parentesco alguno.
Para aprovechar los resultados que ha arrojado el estudio, el banco suizo no ha dudado en elaborar un índice de empresas europeas, que ha bautizado como Family Index, para mostrar al inversor las mejores oportunidades de negocio que sobresalen en el escenario de la empresa familiar de proyección internacional.
De acuerdo con esto, el Family Index incluirá hasta 22 firmas europeas, 17 de las cuales disfrutan de la recomendación de compra y el resto de exclusión, y en el que coexisten empresas de sectores diversos como BMW, Swatch, Puma, Carrefour, Mittal Steel, Ericsson o Mediaset.
Aunque España se queda sin representante en el índice de Credit Suisse, no cabe duda que el estudio ha tenido una repercusión en el mundo de las finanzas, que ha vuelto sus ojos hacia las empresas de carácter familiar diferenciándolas como una buena oportunidad para invertir.
Asimismo, el mercado nacional de la franquicia está compuesto en su mayor parte por empresas de corte familiar, que se han lanzado a incrementar la presencia de su enseña en España a través de socios pero manteniendo la central en manos que guardan parentesco consanguíneo, como es el caso de Mango, las peluquerías Cebado y la joyería Yanes, que salvaguardan su carácter de empresa tradicionalmente familiar.

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